Paisajes

El Maestrazgo turolense es una escapada perfecta para los amantes de la carretera y la aventura, los que disfrutan de paisajes recónditos donde el tiempo se ha parado entre cañones, ríos y perfiles de rocas imposibles. Sobre ellos se encaraman castillos y villas ricos en historias.

A menos de cien kilómetros de la costa de Castellón, el viajero que quiera descubrir esta aislada e interesante región debe dar la espalda al Mediterráneo para adentrarse en estas abruptas y montañosas tierras de Teruel. Destacan su orografía y cómo sus serpeantes carreteras sortean valles, muelas, ríos y cortados para llegar a poblaciones con importantes ejemplos del gótico levantino, la arquitectura renacentista y el barroco. Por haber, hay hasta pinturas rupestres, pero vayamos paso a paso.

Esta zona, a caballo entre Teruel y Castellón, muy vinculada al Cid y la Reconquista, ofrece espacio también para quienes, además de cultura, quieran aparcar su Ford Focus (solo durante unas horas) y adentrarse por sus muchos senderos y rutas para caminantes y bicis.

Empezamos por Teruel

Y por supuesto, en el Maestrazgo turolense, denominado así porque durante el medievo se encontraba bajo la jurisdicción del Gran Maestre de los templarios, no solo se alimenta el alma. Su gastronomía es famosa por su ollas, caldos, pucheros y estofados. Las setas y la recolección de trufa son un plus aparte, además de su queso (de Tronchón, una obligación de la zona).

Apuntamos algunos de sus pueblos imprescindibles para hacer un viaje en el que la aventura comienza en la carretera y sus paisajes.

1Morella, en Castellón (a 60 kilómetros del mar). Sus 16 torres, siete puertas de entrada y casi dos kilómetros de muralla (coronados por un imponente castillo del siglo XIII encaramado sobre una roca) hacen que esta ciudad, Patrimonio de la Humanidad, sea una de las más bonitas de España. Perderse entre sus callejuelas medievales porticadas es un auténtico placer.

2/ Rodeada de murallas, a 30 kilómetros, ya en Teruel, aparece Mirambel, una localidad que nos traslada a la época de monjes y templarios, con un casco antiguo que se ha merecido el premio “Europa Nostra” por su excelente conservación. Caserones, puertas nobles, balcones engalanados y calles empedradas que pareciesen haberse congelado en el tiempo nos acogerán en nuestro paseo.

3/ La siguiente parada sería Cantavieja, a media hora en coche. Situada sobre un peñón a 1.300 metros sobre el nivel del mar, está considerada la capital del Maestrazgo turolense. Los restos del que fuera en su día un castillo templario se han impregnado en su trazado medieval para invitar al viajero a imaginar las batallas entre los reinos de Castilla y Aragón, las contiendas del Cid o las más recientes guerras carlistas. Uno de sus imprescindibles es asomarse a cualquiera de sus muchos miradores para buscar y hallar los buitres leonados que siguen vigilando la zona. Fuera del casco urbano, se descubre un impresionante conjunto de masías fortificadas y parajes con pinturas rupestres.

4/ Muy cerca, a 10 kilómetros, merece la pena arrancar de nuevo nuestro Ford Focus para llegar a otro pequeño pueblo, el de La Iglesuela del Cid, con un patrimonio monumental digno de volver locos a todos aquellos reyes que batallaron por sus lares.

El Maestrat de Castellón

Cerramos la propuesta (pensada para tantos días como quiera el viajero) volviendo a Castellón, rumbo a sus puertos de montaña, que no de mar. Van algunas pistas sobre esta zona, perteneciente también al Maestrazgo, denominada El Ports (puertos, en valenciano).

1Villafranca del Cid, a menos de 10 kilómetros de nuestra anterior parada, es otro bonito pueblo medieval repleto de historia. En este caso, como queda claro por su nombre, está absolutamente ligado a la figura del caballero castellano.

2/ Muy cerca, a otra decena de kilómetros, se encuentra Ares del Maestrat, un asentamiento pegado a la montaña y a la crónica de su también castillo templario, protegido por una carretera de curvas y cerros. Y a 2 kilómetros, en un viaje mucho siglos atrás, te espera la Montalbana, un camino que lleva a la Cova Remigia y El Cingle, con pinturas que tienen 7.000 años de antigüedad.

3/ A unos 40 kilómetros al norte se llega a Forcall, que debe su nombre a la forma de “forca” (horca, en castellano) de los ríos Caldés, Cantavieja y Morella, que se juntan aquí para dar lugar al río Bergantes. Esa particularidad envuelve el pueblo entre cuatro muelas de enorme riqueza paisajística. Destaca su casco antiguo, con importantes edificios, ermitas y jardines.


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Y tras tanta tierra, proponemos volver a mirar al Mare Nostrum y acabar con otra historia, en el mar, el de Vinaroz, a una hora en nuestro Focus. En esta parte de la comunidad valenciana, perteneciente al Bajo Maestrazgo, te esperan largas playas de arena, deliciosos arroces y la vida de los paseos marítimos: en otoño, bien valen una visita.

Foto de apertura: Freeartist.

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