Es el objetivo de cualquier amante de los viajes: imitar la famosa novela de Julio Verne y vivir 80 días recorriendo el mundo. Pero, ¿cuánto dinero necesitas? ¿Cuál es la mejor ruta? ¿Cómo puede hacerse usando tu coche? Te damos todas las respuestas para que puedas cumplir tu sueño.
Por placer y por puro hedonismo planteamos la vuelta al mundo en 80 días… conduciendo tu Ford. En nuestra peculiar road movie, pisaremos tres continentes y 15 países. Y, como a Roma, habría mil caminos para llegar: todo depende de dónde se parte y cómo se recorre el planeta. Nuestro itinerario, testado, evita zonas de conflicto y ¡es viable! ¿Listos? El contador se pone en marcha. En total, completaremos cerca de 23.000 kilómetros, visitaremos una docena de naciones y en tres ocasiones, para cruzar tres mares, dejaremos el volante en manos de capitanes: cuestión de galones.
Etapa 1, Europa y Eurasia: 4.116 kilómetros
Día 1. Barcelona-Mónaco. Para arrancar, una etapa mediana, 683 kilómetros, unas 7 horas de conducción. El viaje empieza costeando la mítica Costa Azul francesa: lagos, bosques y un litoral escarpado donde los yates se mecen sobre un azul impresionante. Y como estamos comenzando y hemos salido pronto, nos permitimos una parada obligatoria, Arles, con su anfiteatro romano, a mitad de camino. Tras tomar fuerzas, volvemos a partir hasta Mónaco, donde llegaremos a través de la Moyenne Corniche, una de las carreteras más espectaculares del mundo. Toca dormir y repostar. El viaje apenas se ha iniciado.

Días 2 y 3. Mónaco-Génova-Padua. Un café au lait y en marcha, pegaditos a la costa. El desayuno será a poco más de 200 kilómetros, en otro puerto, el de Génova, pero ya en un país distinto, Italia. Allí toca perderse en el casco antiguo de la localidad y sus estrechas callejuelas. Tras un tentempié, cogemos el coche para -en menos de cuatro horas (360 kilómetros)- situarnos en Padua, al lado de Venecia, donde dormimos. Dedicamos la jornada siguiente a la ciudad de los canales, donde no podemos llevar nuestro vehículo. A Venecia se llega en tren, en media hora. Allí tocará, con bruma o sin ella, pasear entre góndolas y palacios.
Día 4. Padua-Viena. 610 kilómetros. Según amanezcamos el cuarto día, pondremos rumbo al norte. La carretera es fácil; eso sí, atravesaremos los Alpes, una de las cordilleras más importantes y bellas del planeta.

Día 5. Viena-Cracovia. 463 kilómetros por carretera. La distancia es más corta que la de otras jornadas, lo que nos permitirá disfrutar de la mañana en la capital austriaca. El centro es de cuento. Su Ayuntamiento, los Palacios de Schönbrun, Belvedere, sus parques y el rico café vienés y los deliciosos pasteles serán la ‘gasolina’ para continuar el viaje hasta Cracovia, la ciudad con mayor atractivo turístico de Polonia. En ella, la Plaza del Mercado, la Basílica de Santa María o las Torres de la Basílica son una visita obligada. Y muy cerca, para quienes se atrevan con un baño de historia, está el campo de concentración de Auschwitz.
Día 6. Cracovia-Vilna. Toca acelerar, así que nuestra próxima ruta será de 800 kilómetros (unas 9 horas de conducción), los que nos separan de Lituania. Católica, judía, soviética, europeísta… la ciudad de Vilna ofrece uno de los mayores cascos antiguos de la Europa oriental y es un ejemplo perfecto de la convulsa historia del Viejo Continente. Tendremos toda la tarde y la noche para disfrutar de ella.
Día 7. Vilna-Rusia. Entramos en Rusia tras una jornada fuerte en kilómetros, casi 1.000, unas 12 horas por las carreteras de Lituania y Letonia, recorriendo unos paisajes verdes y planos. ¿Lo más interesante? Cómo se va dejando atrás Europa y entrando en Asia, porque no olvidemos que Rusia, el país más grande del mundo, tiene una pata en el Viejo Continente y otra en el mítico Oriente.
Etapa 2. Rusia y el transiberiano: 5.596 kilómetros
Días 8, 9, 10, 11 y 12. Moscú (‘con trampa’). Toca descansar y prepararnos para enfrentarnos a la Transiberiana, que alcanza los 11.000 kilómetros, todo un reto para el más experimentado de los conductores: paisajes infinitos que se vuelven pantanosos y deslizantes en verano e inhóspitos y terriblemente fríos en invierno. Para esta aventura nos proveeremos de latas, gasolina, agua, una tienda de campaña y una buena manta (por si acaso). Mientras, en la capital rusa descubriremos una apasionante ciudad que vive entre el capitalismo y el comunismo. Imperdibles: el Kremlim, San Basilio, sus estaciones de metro (muy auténticas) y mil y una iglesias ortodoxas entremezcladas con la austera arquitectura soviética. De las cinco jornadas, nos concederemos una pequeña licencia: una escapada a San Petersburgo en tren. El viaje será de dos noches, tanto para ir, como para volver, pero merecerá la pena perderse un día en la llamada «Venecia del norte», la ciudad menos rusa de la tierra de Putin, rodeada de canales y arte, de palacios, museos y vida.

Día 13. Moscú-Kazan, 816 kilómetros y unas once horas de conducción para llegar a la tercera capital de Rusia, un auténtico crisol de culturas compuesto por musulmanes, ortodoxos y cristianos que dotan a la ciudad de un sinfín de iglesias, templos y mezquitas. Sus calles adoquinadas conducen a un Kremlin blanco, totalmente distinto al moscovita. Kazán bien merece un día de descanso en la ruta.
Días 14 y 15. Kazán-Ekaterimburgo, 950 kilómetros que se recorren en unas trece horas largas. Tras el trayecto por las tierras fértiles de los Urales, una de las cordilleras más antiguas del planeta, llegaremos a la capital no oficial de la región, donde se sitúa la frontera entre Europa y Asia. Aquí, de nuevo aparcaremos el coche por un día (el decimoquinto) para visitar parte de sus más de 600 monumentos históricos y culturales, que nos llevarán a la Rusia de los zares. Dos imprescindibles para entender este enclave: perderse en la Iglesia sobre la Sangre y recordar el asesinato del último zar ruso y su familia, los Románov.
Día 16. Ekaterimburgo-Omsk. 950 kilómetros y otra jornada de carretera de 12 horas. Estamos en plena Siberia y lo interesante es el viaje, ir descubriendo la estepa (mejor en época de pocos hielos). Las vías rusas y, especialmente, las asiáticas, dejan mucho que desear: paciencia y a disfrutar, esto es el salvaje este. En Omsk, en pleno centro de Asia, hay que ver el teatro y la catedral.
Días 17 a 18. Omsk-Novosibirsk. 650 kilómetros, 9 horas. La ciudad, conocida como la Chicago de Siberia, con tan sólo 122 años de historia, se está convirtiendo en un gran referente cultural y gastronómico. En la localidad más cosmopolita de la zona, Novosibirsk, tomaremos fuerzas quedándonos un día (18º) para descansar.

Día 19. Novosibirsk-Kramsnoyarsk. Volvemos a las carreteras en otra jornada larga, de casi 11 horas, para seguir la ruta por Siberia. ¡780 kilómetros!
Día 20 Kramsnoyask-Irkutsk. Saber que la meta es el lago Baikal, el más profundo del mundo, nos ayudará a recorrer otros 1.000 kilómetros.
Días 21, 22 y 23. Irkutsk y la reserva de agua dulce más grande del mundo, el ojo Azul de Siberia, el Baikal. En este punto habrá que dejar el coche en la ciudad y buscar barcos para moverse por el lago, si es verano. O, de estar helado, elige uno de los muchos circuitos que permiten circular por su superficie.
Día 24. Irkutsk – Ulán-Udé, 450 kilómetros, unas siete horas de conducción. Dejaremos la primera ciudad y circunvalaremos parte del lago para ir adentrándonos en la cultura budista. Lo veremos en los templos y en los rasgos de la población: estamos a dos pasos de Mongolia. Una de las visitas obligadas de este lugar, la mayor cabeza de Lenin del mundo, de casi 8 metros de altura.
Etapa 3. Asia oriental: 3.639 kilómetros
Día 25. Ulán-Ude – Ulán Bator. Aunque son solo 585 kilómetros, el viaje es largo. De conducción, unas 11 horas, en las que iremos dejando atrás los bosques de coníferas para adentrarnos en la soledad de la estepa. Además, hay que cruzar la frontera. Ya estamos en Mongolia.

Día 26. Ulán Bator. No es una ciudad bonita, pero en la antigua sede de la corte de los míticos khanes aprovecharemos para comprar enseres que nos permitan proseguir nuestro trayecto. También podremos pasear por sus murallas y lugares sagrados.
Día 27. Ulán Bator – Zamyn-Uud, 662 kilómetros que nos ponen en la frontera con China en siete horas de desierto y estepa. No haremos la ruta de un tirón: hay mil circuitos para entretenerse y buscar a los nómadas de la zona. Es fácil que nos permitan cabalgar a caballo. Y, con suerte, dormiremos en las típicas “yurtas”, sus tiendas, la mejor forma de ver las estrellas y disfrutar de un paisaje único.
Día 28. Zamyn-Uud – Pekín, 678 kilómetros, unas ocho horas de conducción. Ya en la frontera china, debes saber que para circular por este país necesitas tener un permiso de conducción chino, aunque sea temporal (no basta con el Permiso Internacional de Conducir).
Días 29 a 31. Pekín. Tras recorrer casi medio mundo, qué menos que detenerse unos días en esta alocada y poblada localidad. La famosa Ciudad Prohibida, Tiannamen, una excursión a la Gran Muralla China (un fragmento), el Parque Beihai, sus mercados nocturnos y diurnos y sus templos se lo merecen.
Día 32. Pekín-Shangái, 1.214 kilómetros que se completan en 12 horas, con nuestro guía, por supuesto. Buscamos el puerto que nos lleve a Japón.

Días 33 y 34. Shangái, la ciudad más moderna de China, también nos permite ver la cara más tradicional del país: todo en el mismo sitio. Aquí hacemos una parada para pasear y esperar a tomar el barco, que solo sale una vez por semana.
Días 35 y 36. Shangái-Osaka, en ferry, 46 horas.
Día 37. Osaka. Volvemos al volante. Es interesante perderse en la bahía de esta ciudad, donde no faltan superlativos: la noria más alta del mundo, el mayor acuario, el mayor centro de venta directa de fábrica de Japón… Otro indispensable, su castillo.
Día 38. Osaka-Tokio, 500 km que haremos en 6 horas.
Días 39 y 40. Tokio, una gigantesca ciudad en la que es obligado visitar su Palacio Imperial, su recién restaurada Estación, sus mercados de pescado, sus jardines y templos, centros comerciales…
Días 41 a 55 (16 noches). Tokio-Vancouver. Aquí, se trata de disfrutar y relajarse en el barco que nos llevará a América.
Etapa 4. América y la mítica ruta 66: 7.238 kilómetros
Día 56. Vancouver. Se trata de un concurrido puerto canadiense rodeado de montañas y absolutamente rico en cuanto a diversidad étnica. Tras tanto mar, querrás estirar las piernas. Estás de suerte, porque vas a cruzar América.

Día 57. Vancouver-San Francisco, 1.528 kilómetros, 16 horas. Una jornada de sol a luna te espera al volante de tu Ford.
Día 58. San Francisco. Aquí nos regalaremos un día libre para disfrutar de esta urbe cosmopolita. Verás su Golden Gate, sus tranvías, el barrio chino y la colina de Twin Peaks, desde la que se consigue una estupenda panorámica.
Día 59. San Francisco-Los Ángeles, 500 kilómetros en 6 horas para llegar a una ciudad mil veces vista en las películas: Chinatown, el edificio del Daily Planet, Rodeo Drive… Hollywood, la meca del cine, y Beverly Hills están a 15 minutos.
Día 60. Los Ángeles–Las Vegas, unos 500 kilómetros, algo más de seis horas. Te esperan luces de neón, recreaciones gigantescas de la arquitectura europea, imitadores de Elvis y Marilyn Monroe, bodas exprés…
Día 61. Las Vegas-Holbrook, pasando por un enclave imprescindible, el Gran Cañón del Colorado. Se llega en cinco horas (500 kilómetros) desde la ciudad del juego. Tras deleitarnos con las inmensas paredes naturales, continuaremos camino para, en otras tres horas, dormir en Holbrook, a 270 kilómetros.

Día 62. Holbrook-Amarillo, 835 kilómetros, algo más de diez horas. Atravesamos el corazón de los Estados Unidos. Tanto en ésta como en las siguientes jornadas, la aventura es la carretera. Recomendamos tomarse las cosas con tranquilidad y hacer etapas cortas, parando en los moteles y típicas cafeterías. Allí está la autenticidad americana.
Día 63. Amarillo-Springfield, 870 kilómetros que se recorren en diez horas.
Día 64. Springfield-Indianápolis, 735 kilómetros, otras nueve horas al volante.
Día 65. Indianápolis-Pittsburg, unas diez horas, 900 kilómetros.
Día 66. Pittsburg. Repondremos fuerzas por un día en esta típica ciudad del este de los Estados Unidos, rica en historia.
Día 67. Pittsburg-Nueva York, unos 600 kilómetros, 7 horas.
Día 68. Nueva York. Brooklyn, Central Park, el río Hudson, los rascacielos, la Estatua de la Libertad, la Quinta Avenida, los taxis amarillos, el MOMA… Hay tanto por ver que el día se te hará corto.
Días 69 a 75 (una semana). Nueva York- Southhampton. Un nuevo barco nos devuelve a territorio europeo.
Etapa 5. Vuelta a casa: 1.538 kilómetros
Día 76. Southhampton-París, pasando por el canal de Calais. Saldremos de la ciudad prontito, hasta llegar a la localidad británica de Folkestone. Necesitaremos algo más de dos horas para recorrer algo menos de 200 kilómetros. Allí tomaremos el Eurotúnel que comunica Reino Unido con Francia en media hora. Una vez en el país galo, en Calais, volveremos al volante para cenar en la capital francesa. Serán unas tres horas, 300 kilómetros.
Días 77 y 78. París. Representará dos días de descanso. En la Ciudad de la Luz nos esperan la Torre Eiffel, museos, las riveras izquierda y derecha del Sena, Notre-Dame, el Barrio Latino, los Campos Elíseos…
Día 79. París-Barcelona, 1038 kilómetros. Cerramos el viaje con 10 horas y media de conducción durante las que seguro que no dejaremos de soñar con nuestra cama. Nos habrá sobrado un día, que preferimos dejar de margen… por si las moscas. ¡En todo viaje debe haber sitio para la improvisación!
Notas sobre gastos
* Cada viajero es un mundo… y un presupuesto. Calcula para la etapa 1, la europea, unos 50 euros para comidas y entre 50-80 para el alojamiento. La gasolina, entre unos 1,40-1,50 euros por litro (de media).
* En Rusia, los precios bajan, excepto en Moscú y San Petersburgo. Para ambas ciudades, piensa que estás en Europa. Para el resto, el presupuesto desciende de forma fascinante. Cuenta con unos 20 euros para alimentación y otros 20 para dormir. La gasolina es mucho más barata: el litro sale a unos 0,60 euros.
* Durante la etapa 3, Asia mongólica, China y Japón, con muy poco andarás mucho. Eso sí, ahorra ese dinero para las capitales, especialmente en el país nipón, donde dormir es realmente caro. Repostar, un euro el litro, de media.
* En América, calcula un presupuesto parecido al europeo. El litro de gasolina, eso sí, no llega al euro.
* Lo realmente caro puede ser cruzar los mares. De Asia a América solo hemos encontrado cruceros, con precios que van desde 1.000 euros a 6.000, dependiendo del nivel de lujo elegido. Para volver a Europa, la historia es similar, aunque existe la opción de viajar en barcos de carga. Ten en cuenta que hay pocas plazas y la espera puede ser más larga.