Caprichos de la naturaleza: mientras las tumbonas se desperezan en las playas, quedan hielos en algunos rincones de ese paraíso natural brutalmente bello que es el oscense Valle de Benasque. Pura esencia pirenaica de belleza natural arrebatadora que es, simplemente, un lugar perfecto para disfrutar solo o en compañía y generar adrenalina con actividades de parapente, rafting, cayak o quads. Y es que en estos bucólicos escenarios hay de todo para que te canses a conciencia. ¡Nos vamos!

El parque natural de Posest-Maladeta es un escenario idóneo para una escapada en familia o con amigos. Foto: Turismo Benasque.
El Valle del Benasque tiene bien ganado su apelativo de Valle Escondido. Lejos quedan ya los tiempos en que acceder a él era toda una aventura: y precisamente fue esa dificultad lo que contribuyó, y mucho, a mantener una riqueza natural realmente envidiable. Hoy, la mejor manera de llegar allí es con tu propio Ford: la carretera que conduce al valle, perfectamente asfaltada y encajonada entre rocas y los regatos del río Ésera, es una delicia para los amantes de la conducción deportiva hasta llegar a la localidad más importante, Benasque. Los pueblos y aldeas del valle conservan muchas muestras del románico-lombardo en ermitas e iglesias y sobre todo una arquitectura popular de gran riqueza, con casas solariegas (algunos de los mejores ejemplos te esperan en el pueblo de Anciles, a sólo un par de kilómetros de Benasque, donde están la Casa Suprián, o la Casa Barrau). En el valle se mantiene muy vivo el patués, variedad de la lengua aragonesa. Es casi una reliquia ya que está entre las lenguas con menos hablantes del mundo.
A vuelo de pájaro sobre Castejón de Sos
Castejón de Sos es la entrada natural al Valle de Benasque, pero destaca sobre todo por ser –con casi toda seguridad– el mejor lugar de España para practicar parapente, gracias a un clima no demasiado duro en invierno, al encontrarse protegido de los vientos del norte, y muy agradable en verano. También contribuye la presencia en el pueblo de la Escuela Parapente Pirineos, la primera escuela de parapente de España, donde lanzarse a volar (siempre bajo la experta supervisión de un instructor) a 1400 metros de altura en parapente, ultraligero o avioneta a precios muy populares. Las vistas, y el subidón de adrenalina, son inolvidables.
Paseando por Benasque
Benasque merece por sí sola una escapada. En su parte antigua, alrededor de la plaza Mayor y la plaza del Ayuntamiento, y repleta de antiguos blasones y arcadas góticas y herencias renancentistas, hay valiosos ejemplos de arquitectura tradicional, repletos de historia y valor sentimental. Es el caso de la casa Faure (plaza del Ayuntamiento), el propio ayuntamiento, en su fachada, la casa y torre Juste (con su torre de casi veinte metros de altura, el palacio de los condes de Ribagorza, del siglo XVI, la iglesia de Santa María, o la casa Faure…) En Benasque están también los mejores lugares para dejarse mimar por una gastronomía bendecida por una despensa envidiable (hortalizas como el tomate rosa o las acelgas, embutidos como la longaniza de Graus, cordero, vacuno –nada menos que vaca alpina– hongos como el ceps –boletus– o el rovelló –níscalo–, caza mayor…) Saciate de ella en el restaurante Sotobosque, del Hotel Aneto (tel. 974 55 10 61), o el El Fogaril, el restaurante del Hotel Ciria (Avda. Los Tilos s/n. 974 55 16 12).
A la sombra del Aneto y de Cerler
El icono más importante del valle es la cumbre más alta de los Pirineos, el Aneto, que da sentido al parque natural Posets-Maladeta, que acaricia el pueblo de Benasque. En los más de trescientos kilómetros cuadrados del parque hay de todo: desde una colección inacabable de glaciares –los más meridionales del continente europeo, conocidos aquí como ibones y que llegan casi hasta el centenar, diseminados por todo el territorio del parque– hasta antiguas hospederías suspendidas de riscos que siguen hoy en día acogiendo peregrinos y viajeros –como el Hospital de Benasque– a la mayor concentración de “tres miles” de toda la cordillera pirenaica, entre ellos el pico más alto de todos, el Aneto y sus imponentes 3404 metros.
El Aneto se muestra con todo su esplendor desde el Forau d’Aiguallauts, una poza inmensa donde desaguan –para desaparecer– las aguas de su glaciar. El otro protagonista pirenaico es la estación de esquí de Aramón Cerler, la estación del Pirineo con mayor desnivel esquiable, ascendiendo hasta los 2.630 metros del pico Gallinero y que en verano es un destino estupendo y no solo por el pueblo que da nombre a la estación, con su estupenda colección de arquitectura del siglo XVI, sino por poder conocer la estación fuera de temporada. Subiendo por el telesilla del Ampriu, (un recorrido de 40 minutos ida y vuelta), se llega a los casi 2.300 metros. Un auténtico balcón natural con las mejores vistas de las cumbres más altas de la cordillera, como las del Aneto, Maladeta, Posets o Perdiguero y el Parque Natural Posets-Maladeta. Este telesilla es el punto de partida para aquellos que quieran iniciar las excursiones y senderos desde una cota alta, al igual que para los amantes de la bicicleta de montaña, que pueden acceder a senderos señalizados y acondicionados.
¡Buena escapada!